Don Salvio el Andante. De Acatitlán para el mundo.

Resumen

Una historia cercana que ha marcado mis últimos años como artista y, más aún, como docente, ya que descubrí la vena que me llevó por el camino del arte. No quiero hablar de mi vida, sino de la vida de Don Salvio y de su amor por dibujar.

Don Salvio dibujaba y me regalaba sus dibujos. Siempre decía que estaban feos, a veces los rompía y otras los escondía para que yo los encontrara. Eran dibujos “feos” pero de esa fealdad que invade al ser humano. De esa fealdad de las que pocos hablan y de la cual Umberto Eco hace reverencia en la Historia de la fealdad (2020). Sin embargo, la belleza de sus dibujos se centraba en la ingenuidad, honestidad y sinceridad, aspectos valiosos que se observan en obras de arte genuinas, como las de Francisco Toledo, Tamayo y Paul Klee y más en aquellas que en su lenguaje se asemejan a dibujos de niños, que juegan con los colores y las formas.