¡Viscosos pero sabrosos!: Insectos comestibles, sustentabilidad y un futuro diferente.
Palabras clave:
Insectos, proteínas alternativas, comestiblesResumen
La entomofagia es una práctica realizada en México desde tiempos prehispánicos. ¿Sabías que los mexicas ofrecían insectos a sus dioses? Sin embargo, actualmente sólo se lleva a cabo de manera regular en algunas comunidades indígenas. Ante las necesidades alimentarias actuales, se han evaluado los posibles riesgos de consumo y se ha buscado revivir esta práctica como una solución mundial.
La relación de la humanidad con los insectos ha existido desde nuestros orígenes, y esto no es de extrañarse, pues se estiman entre 3 y 5 millones de especies de insectos distribuidas a lo largo de todos los continentes. Los insectos han sido usados en contextos tan distintos como en la medicina, el arte, la guerra, la espiritualidad y por supuesto, en la cocina. En el pasado, muchas culturas utilizaban a los insectos como parte de su alimentación. Los mexicas, por ejemplo, utilizaban a los insectos como platillos en sus banquetes religiosos y pedían a los dioses porque tuvieran abundancia de ellos. Ya en el Códice Florentino, escrito por Fray Bernardino de Sahagún alrededor de 1521, se registraron 96 especies de insectos comestibles para la época. Actualmente se han descrito 549 especies comestibles para México, y sin duda existen muchas que no se han contemplado.
¿Por qué son una opción nutritiva?
Los insectos poseen un valor nutricional muy grande, siendo que 100 g contienen de 62 a 75 % de proteína, mientras que la misma cantidad de carne de res aporta solo un 54 a 57 % de proteínas. Esta riqueza proteica ha permitido el desarrollo de productos innovadores, como croquetas para perro elaboradas a base de larvas de la mosca soldado-negra, aunque estas apenas contienen un 40 %, de proteína. Además, de su aporte nutricional, el consumo de insectos podría contribuir a reducir la huella de carbono, ya que la producción ganadera genera grandes cantidades de metano un potente gas de efecto invernadero. De hecho, algunos expertos señalan que las emisiones de metano provenientes del ganado superan incluso la contaminación generada por las grandes industrias.
